Crónica de una historia sin principio ni final.

Una puerta cerrada que no se abría para nadie.
Apagaba las luces y fingía estar ausente.
Tenía las manos frías, quizá consecuencia de ese clima al que llaman "soledad".
Cometió un error, o tal vez un descuido.
Duerme con sus auriculares puestos para no tener que escuchar, se pierde en la música y siente que vuela.
El volumen es proporcional a la altura que puede alcanzar.

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