Se miró en el espejo de su habitación.
Desnuda.
Recorrió las lineas de su cuerpo, una a una. Casi podía contar sus huesos, las diagonales de sus costillas, el vientre hundido, la pelvis salida y extrañamente frondosa, las nudosidades de sus rodillas, la piel seca, el cabello débil y sin fuerza que se le caía cada día más.
Y aún así se sintió mal por algo distinto. Peor.
Gorda.
Tuvo que cerrar los ojos y volver a abrirlos para enfrentarse a la realidad.

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