Todo su ser se agitó, no física sino mentalmente. Un miedo atroz, silencioso, abrumador, le saltó de arriba abajo. Sabía que tenia que guardar la calma, que era una pesadilla, que lo mejor era tranquilizarse y esperar.
En unos segundos, todo volvería a la normalidad y podría abrir los ojos, moverse.
Pero esos segundos podían ser eternos. 

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