Sentí ahogo. En realidad, la comida me daba asco; todo ese atracón. Odio la sensación de tener el estomago lleno y preferiría no comer. Como sólo porque es necesario; necesario para seguir viva. Asocio la comida con engordar. Es cada vez peor. Intento hacer como si no pasara nada. Y ahora es cuando digo que tengo que comer normalmente. Pero no es tan fácil. Lo más absurdo es que yo misma veo lo tonta que soy y cuánto riesgo corro. Pero la tentación de ser delgada y no comer es demasiada. Cuando mi estómago está vacío me siento poderosa. No quiero, pero mi repugnancia por la comida es mayor que mi sensatez. 






(Es aterrador estar escribiendo todo esto, es como si yo no fuera esta persona).

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